martes, 30 de junio de 2009

De Verdad!?

martes, 30 junio 2009
12:11

Hablo por teléfono con Tania Permanente.
Modelo, con todo lo que eso conlleva pero con mejor conversación que el resto de compañeras suyas que han pasado por mi cama en el último mes.

175cm.
80-59.5-90.
17 años.

Ya.

No puede ser. Por mucho que me llame para decirme que está en Madrid un par de días, por mucho que me pregunte que dónde está mi casa, por mucho que me diga que si no la veo ahora no la podré ver hasta dentro de 4 meses que estará fuera de España (y cuando, se supone, habrá cumplido los 18).
Ella no se da cuenta pero eso para mí es un buen trato. Es perfecto, de hecho.

Tania despierta mi curiosidad, me entretiene cuando habla y, sobre todo, me da ganas de follármela. Mucho. Besa bien (lo sé, no debería saber esto…), es alta y delgada con una cara de estar a punto de morir o de llevarlo unas horas. Frágil y pálida, tiene unos ojos enormes que van buscando víctimas de juegos perversos. Es como una de esas niñas que aparecen traslucidas en las películas de miedo. No parece que vayas a poder tocarla.

Tania y yo nos conocimos hace una semana que había venido a Madrid para un desfile. De ahí nos fuimos con sus amigas a un bar, de la barra del bar a la pista y de la pista a los besos. Fotos, manos, labios y lenguas. Ron, vodka, tabaco, ginebra. Más besos y cuando me distraigo Tania me acerca a ella. Empezamos a hablar.
Le pregunté la edad.
No me contestó.

"Diecinueve?", pregunto.

Mueve la cabeza hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados, haciendo círculos con un gesto que no existe y no significa nada.
Trago saliva.

"¿Diecisiete?"

Afirma con la cabeza. Sin dudarlo.
Ouch.

Acabamos la noche hablando de Kapuscinski y Donnie Darko. Se va con una amiga a la cama y le deseo buen viaje de vuelta y dulces sueños.
Todo se pone del lado del bien y yo me voy a casa y ella a su hotel.

Antes de ayer recibí un mensaje suyo diciéndome que estaba en Madrid hasta hoy.
Pasa lo que debe con ayuda de Katja y de mis buenas intenciones. Es decir, consigo reemplazarla y entre nosotros no pasa nada.
Pero soy curioso y empiezo a investigar. Bueno, porque soy curioso y porque tampoco tengo nada mejor que hacer.
De hecho, es lo único que podría decir que poseo: tiempo libre. Así que encuentro unas fotos suyas a través de una amiga en común en Facebook. Teníamos una foto esta amiga suya, mi amigo Fer y yo en el desfile en el que la conocimos y buscando por el álbum doy con la primera prueba de un delito feo. Yo sonriendo a cámara con las gafas de Nadja puestas y la pequeña Tania Permanente besándome el cuello como si estuviera sacándole jugo.
Hablando de niñas vampiro…

Retengo la foto en mi escritorio porque nunca se sabe y la llamo:
“Tania, creo que tienes que quitar una foto.”
“¿Cómo me has encontrado en facebook?”
Vuelvo a sacar el nombre de Lisbeth Salander para jactarme de mis dotes de hacker. Las referencias literarias, aunque vengan de un best-seller siempre dan más peso a la conversación.
Hablamos un rato sobre esto y aquello y como ya sé su apellido empiezo a buscarla por
La red.

Tania Permanente.
Tania Permanente Bolaños.
“esa no soy yo”
Tania Permanente Modelo.
“Te tengo que dejar, tengo que hablar con mi agente”
“Adiós”
“Besooooo….”
Tania Permanente Thefashionspot.
Ahí la adoran. Les encanta su cara, su mirada, uno dice que le recuerda a Viktoriya Sasonkina, le auguran un buen futuro.
"Tiene mucho que mejorar todavía a sus 14 años" dicen.

Oh- oh…

Google. Tania Permanente Edad. Buscar.
Yahoo. Tania Permanente Edad. Buscar.
Tania Permanente DOB. Tania Permanente Año de Nacimiento. Buscar.
Tania Permanente Modelo Pederasta. Buscar.
Tania Permanente Ficha Técnica. Buscar.
Y por fin encuentro algo:

First Name: Tania
Last Name: Permanente
Nationality: Spanish
Hair Color: Dark blonde
Eye Color: Blue
Date of Birth: 1994
Place of Birth: Spain
Height: 5'9" ; 175.5cm
Measurements: (US) 31.5-23.5-35.5 ; (EU) 80-59.5-90
Dress Size: (US) 6 ; (EU) 36
Shoe Size: (US) 7 ; (EU) 39
Mother agency: unknown

Nacida en octubre, por más que me joda, he besado a una chica de 14 años.
La pude tener a su edad y puedo decir que en mi vida había besado a una chica tan joven.
Ni si quiera cuando yo tenía 14.
Ahora escucho a Sigur Ros, solo en la cama en la que antes dormía con Anna, solo en la casa en la que antes compartía mi vida y siento que todo se rompe. Es frágil. Desconfío de mí y de mis buenas intenciones, ya no duermo con alguien con quien se puede estar tranquilo, solo duermo conmigo.
Anna está distante porque tiene una vida de la que ocuparse mientras yo soy un animal que vive día a día buscando un sitio donde dormir, un plato de comida para alimentarme y un coño donde esconderme de mí mismo.

Todo eso sin poder decir que soy una persona de la que puedo estar orgulloso. No sé lo que soy, solo sé que no me gusto tanto como creo.

martes, 23 de junio de 2009

Matemáticas

(Sin dormir)

Anna acaba de cumplir 24 años.
Yo la conocí con 20. Creo que no perdió la virginidad hasta los 18.
Para cuando la conocí había tenido 21 amantes. Al mes de conocerla la número 22 fue una chica.
Con 23 acabó la carrera y antes de cumplir los 25 habrá acabado el master de periodismo más importante de España.
Sus matemáticas son 19 veces más favorables que las mías.

jueves, 11 de junio de 2009

Un día cualquiera

(todavía sin dormir)

Hoy te recuerdo y me entran ganas de llorar.
He venido con Iceman (Su nombre de instituto, antes del sentido del ridículo) y una chica (de la que todavía no sé el nombre) a casa. Tu casa y la mía. Iceman me ha traido, ella ha hecho el desayuno, yo he hecho un sandwich y les he dejado jugando a la Wii mientras me iba a escribir a una chica con la que probablemente me acostaré y participará en mi vida con la relevancia que yo he participado en cualquier película. Prescindible.
Hoy me acordaba de tus ojitos verdes y no me dejaba recordar más por que ¿quién quiere recuerdos? Llorar duele.

Tus manos. Tus pies en la cama. Tu sonrisa de mediodía. Llena de dientes, de amor, de risa. Tus gestos se confunden con los gestos del resto. Tu recuerdo no. Es nítido. Delgado y afilado. Suave.

Hoy no tengo con quien hablar y mi voz hablando sola se contesta con desgana. Hoy busco al gato y tampoco está. Hoy me doy cuenta de que te he perdido.
Tu olor ya no está en casa y cuando me encuentro cosas tuyas me parece estar descubriendo una excavación arqueológica.
Tus tiempos pasados están esculpidos en piedra.

Iceman se ha ido y la chica se ha dejado empujar a un taxi frustrada porque unos huevos con bacon, un sandwich y un zumo de naranja con plátano “no eran lo que buscaba. “
Se ha equivocado de cajón.

martes, 9 de junio de 2009

Mi fin de semana empieza los miércoles

El miércoles, como todos los miércoles tenía pensado ir al Fula pero cuando me desperté le mandé un mensaje a Judith diciéndole que tenía un cd para ella y que adonde se lo podía llevar alrededor de las 8. Me contesto que estaría en el gimnasio y que podíamos quedar al salir.
Tenía una cita.
Conocí a Judith en Mall’s el sábado anterior, era una de las chicas a las que les di el teléfono. La que me llamó.

Cogí el coche, le eché gasolina con la tarjeta que no podré pagar a fin de mes y me fui al ABC de serrano a recogerla pensando en tomar algo con ella y ver que pasaba.
Mi idea era recogerla, darle el cd, tomar algo por ahí y luego ir a comprar algo de comida, una botella de vino y llevarlo todo a casa de Lucas para que nos lo cocinara y cenar juntos. Por improbable que suene Lucas y Judith me dijeron que sí a todo.

Judith no se había duchado siquiera y llevaba la misma ropa del gimnasio excepto la camiseta que se la había cambiado. La bauticé Barbie Spinning y dijo que no le hacía gracia pero me acompañó igualmente a casa de Lucas, se hizo la foto de Azulinas y se desenvolvió con naturalidad.
Lucas y Rick le hacen una foto a todas las personas que entran a su casa por primera vez, da igual quien sea: amigos, amigas, amigas de amigos, amigos de amigas, el chino que trae la comida a domicilio… y todos firman la foto. Judith la firmó como “Barbie Spinning”.
Seeeeeee…

Lucas hizo una pasta deliciosa que habíamos comprado Judith y yo en el Rincón del Gourmet del Corte Inglés y abrimos una botella de Val, un vino de autor que elegí y que salió perfecto. Cenamos en la terraza, fumamos, hablamos y vimos vídeos en youtube.
Para cuando bajamos en el ascensor Judith tenía tantas ganas de que la besara como yo de hacerlo y lo hice.
Le dije que se viniera a casa a ver “El Club De Los Cinco”…
No. Pero me dio un par de besos más y nos fuimos a casa. Bueno, no, yo no. Yo me fui al Fula habiendo besado a una chica.



Quedé con Nadja el viernes a las 9 y media de la tarde.
La excusa era ver una peli pero realmente queríamos follar, beber, comer y fumar (en ese orden) hasta que nos doliera el cuerpo y eso fue exactamente lo que pasó.

Nadja es alta y guapa. Tiene una boca que habla de sexo estando cerrada, directamente al subconsciente, unos ojos que de niña la debieron meter en más de un lío y una silueta de hombros anchos, huesudos, con un culo grande y redondo en el que puedes perder de vista tu propias manos.

Entra en casa sonriendo, balanceándose de un lado a otro como una torre que no sabe hacia donde se va a derribar y tirando sus cosas por el suelo y los sofás como si nada le importará. Luego me abraza me besa metiendo la lengua, jugando con ella y mis labios. Mordiéndomelos con sus dientes enormes y manchados de nicotina.

Yo acabo de guardar la compra que he hecho para la cena, abrimos la botella de vino blanco, nos encendemos una par de cigarros y le pongo el primer capítulo de la primera temporada de Californication. Nos reímos, nos empezamos a emborrachar y nos ponemos cachondos como para follarnos por primera vez. Tenía otros 2 preparados pero solo sirven de fondo de nuestros polvos.

Cuando empezamos a tener hambre abrimos el vino tinto y empiezo a preparar la cena.
Para empezar una ensalada con surimi en forma de langosta. Meeeh…
De segundo, gnocchi con setas shitaki en salsa de gorgonzolla y nata con virutas de jamón ibérico y parmesano reggiano. Todo sobre un lecho de canónigos.
Ahora empezamos a hablar…

Acabamos la cena y seguimos follando. Nos acabamos el vino, nos fumamos otro medio paquete y empiezo a pensar que nunca me la han chupado como lo hace Nadja. Se la mete hasta el fondo de la garganta, donde pierdo de vista la polla, me lame con los labios y la lengua desde la punta a los huevos y, lo mejor de todo: me jura sonriendo que nada le pone tan cachonda como que me corra en su cara, en su boca, en su pelo.
En el fondo de su garganta.

Nos dormimos como a las cinco de la mañana y nos despertamos follando a las 12. Nos volvemos a dormir hasta las dos y media. Después de correrme por no sé qué vez en la boca, cara y pelo de Nadja la despido en la puerta. Es sábado y esa noche pinchaba en Mall's.
Sabía que no iba a volver solo a casa y la verdad es que empezaba a sentir nauseas.

Me encontré con Judith a la hora y media de llegar a Mall's. Llevaba un vestido blanco con unas sandalias de tacón a juego, un perfume que confundí con Thierry Mugler y bastante brillo en los labios. Parecía que hubiera ido a la peluquería esa misma tarde.

Me fue a dar un beso en los labios pero lo conseguí esquivar y darle dos. No se lo tomó mal. Eso vino luego…

Judith se pasó un rato por la cabina, no me presento a ninguna de las amigas con las que vino, de hecho no llegué a verlas en toda la noche, y al cabo de un rato de que yo estuviera pinchando sin hacerle demasiado caso se fue a dar una vuelta.
Entonces se acercó a la cabina una sonrisa que inundó la cabina. Esa boca no cabe en cualquier sitio. Parecía un libreto teatral:

Sale Judith.
Entra Nadja.

Nadja pone cara de sentirlo mucho, como un perrito, echando la cabeza a un lado y sacando morritos como si se hubiera traído hasta allí sin darse cuenta.
Se me acerca, me da un beso y yo le preguntó que sí sabe jugar al poker.
Juguetea con un si.

“Entonces, sabes lo que es un all-in” le digo sabiendo que no tiene ni idea.
.
“Vale, no, no sé jugar al poker.” Me contesta confundida.

“Un all-in es cuando coges toooodas tus fichas y las metes en la apuesta. Solo tienes dos opciones: o te llevas toda la pasta o te vas de la mesa.”

Ahí es cuando lo entendió todo y no le gustó. Se fue a un rincón con su amigo Leo durante un rato y no la vi hasta que salí a buscarla.

Cuando Judith volvió la cosa se empezaba a complicar. Nick y yo estábamos en la cabina con Nadja y Judith, a quienes acabé por presentar. 2 metros cuadrados de bomba a punto de estallar conmigo en plena línea de fuego…

Judith se queda junto a la puerta hablando con Nick que se apoya en la mesa entre uno de los cds y el ordenador. Nadja se coloca exactamente entre la mesa de mezclas y yo y empiezo a hacer malabares para poner los discos sin tocarla demasiado (cuando lo que más me apetece es tocarla demasiado) y no para de acercarme la cara, las manos, los labios. Y no lo digo para justificarme, lo que hice fue mi culpa, nadie me obligó (ella incluso se apartó un poco cuando lo hice!) pero entre la necesidad de hacerme hueco en la cabina que estaba desproporcionadamente abarrotada y las ganas de morderle la boca a Nadja acabé por cogerla un poco de la cintura, acercarme su cara y besarla. Ella se quedó un rato en pausa, con los ojos bien abiertos aproveché el instante para echarla a un lado y poner otro disco.

5
4
3
2
1

Golpecito en la espalda.
Es Judith.

“Mira, yo no sé de qué vas pero lo que has hecho es muy feo.”
Hago tiempo para dejarla hablar, no quiero decir nada sin estar seguro de lo que ha visto y no me dejo presionar. La miro como si no entendiera del todo y continúa:

“estoy aquí contigo, he venido a la cabina a verte ¿y besas a una tía en mi cara? Yo no sé que te has creído pero yo no soy así”

¿Así cómo? No lo digo, pero lo pienso.
Y tampoco me justifico.

“Judith (pausa dramática), tú y yo no tenemos nada más allá del beso que nos hemos dado, no creo que sea para tanto. Sólo ha sido un beso! Se lo podría dar a ella y a 10 personas más. Sí tú lo hicieras no tendría derecho a decirte nada. Que yo sepa no tenemos ningún tipo de exclusividad y si tú lo crees entonces no nos hemos entendido, ¿qué prefieres? ¿qué lo haga a tus espaldas…?”

¿Quién coño soy, Dani Succo?

Ella me responde que no, no tenemos exclusividad pero que es una falta de respeto, que por supuesto que prefiere que lo haga a sus espaldas, que ella no es así (esto no acabo de entenderlo del todo ¿¡así cómo!? Y que lo siente pero se va.

“Jo (sí, uso "jo" más de lo que debería, es decir, lo uso), lo siento. De verdad, pero ¿qué te puedo decir? Si te quieres ir vete, aunque me jode”
Y se va.

Miro a Nadja y yo sé que me sale fuego de los ojos. Ella también lo sabe y pone cara de cachorrito que se ha comido un zapato.
“Tú ganas” le digo y empieza a pedir perdón.
"Lo siento, no tendría que haber venido, jo, yo no quería esto, ve con ella si quieres…"

Y al final consigo poner una canción aunque mi cabeza está a punto de estallar y me sacudo los sentimientos de culpa como puedo aunque no se van y ni me molesto en mirar a Nadja porque estoy cabreado conmigo. Cada vez me sale mejor el papel del gilipollas… Pero quedan sorpresas.

3 temas más tarde alguien se acerca a la cabina.
Es Judith.

Dice que vuelve sin saber porqué. Dice que sus amigas se han ido y ella se ha quedado porqué tenía que decirme una cosa y la cosa básicamente es lo de antes, más bronca, mas regañina, más sonrisa también y una declaración de intenciones.
No sabe porqué ha vuelto pero NO va a irse y de pronto siento que el crimen paga.
He besado a otra chica en su cara y es como si entre las dos hubieran matado a una cebra y se fueran a pelear por ver quien se la come.
Ser cebra está molando más que en los documentales, pero es raro.

Esta vez cuando Nadja se acerca Judith ni la mira, pero me mira a mí. Fijamente. Nadja se despide, me dice con gestos que me está mandando un mensaje, que lo lea. Se despide y esta vez le doy dos besos, no me la juego más. Por encima de la cabina nos damos las manos. Espero a que se aleje un poco y cuando se ha ido me giro, beso a Judith y me doy cuenta de que la única razón por la que he elegido irme con ella es porque es otra.

Antes me equivoqué. Cuando Nadja se iba parece ser que Víctor se puso malo y tuvo que ir al baño a vomitar. Nadja no le acompañó. Se quedo esperándole. Justo enfrente de la cabina mientras yo besaba a Judith.
Entradas en primera fila. Palco privado. La llevé al cine.

La chica que pedía Banquet se vuelve a acercar…

Espera un segundo… ¿¡he hablado de La Chica Que Pedía Banquet!?

Casi al principio de la noche apareció una chica morena, delgada, con los ojos azules y saltones como un secundario de los Simpsons que se acercó para pedirme que le pusiera Banquet de Bloc Party. Me flipa esa canción y me la acababa de grabar para ponerla en las sesiones pero al buscarla no la conseguía encontrar. Mi maleta de CDs está sumida en un caos absoluto que ni yo mismo entiendo así que cada vez que venía a recordarme que me había pedido la canción tenía que decirle que no la había encontrado todavía.
La chica se acercó otra vez más cuando vino Nadja y se saludaron porque se conocían de no sé que.
Esta vez se quedo un rato más y volvió a pedir Banquet por quinta vez.

Nadja y ella hicieron como buenas migas, yo parecí caerle bien y se ponía a hablar conmigo también y por un momento pensé que le gustaba un poco y eso me ponía bastante cachondo. Cada vez que encontraba una oportunidad me venía a decir que le puesiera la canción de una puta vez y me daba a entender que la necesitaba porque lo había dejado con su novio.
Ah, claro, Banquet es una de esas canciones…

Retomando: beso a Nadja, pollo con Judith, se va Judith, vuelve Judith, se va Nadja, beso a Judith, Nadja no se había ido.

La Chica Que Pedía Banquet se vuelve a acercar:
“ no la encuentro, tía”
“ ¿no vengo por eso. Te puedo decir una cosa?”
… no contesto porque sé que le va a dar igual lo que diga y puede hasta que sea divertido.

"Últimamente tengo una tendencia preocupante a aceptar las cosas tal como son"
Los Detectives Salvajes.

“Me parece increíble. Como sois los tíos! Ten un poco de respeto. Con lo mona que es porqué le haces esto…?”
Otra bronquita…
No sé quien es, no sé como se llama, Nadja se había ido hacía horas (o eso pensaba yo) así que me entra un ataque de risa y le digo literalmente que no me regañe.
“¿cómo te llamas? De hecho: ¿cómo me llamo yo? No lo sabes!”

“da igual, lo que has hecho blah, blah, blah y eres un blah, porque sois todos una panda de blahs…” y Judith sale a defenderme.
Ahí me tomo un momento para verlo porque no creo que esto me haya pasado nunca. De hecho no me acababa de creer que me estuviera pasando.
Ella le dice a Judith que no tiene nada en su contra y parece que se quiere hacer su amiga. Según Judith La Chica Que Pedía Banquet me quiere follar.
La idea me pone bastante cachondo y me encantaría irme a casa con las dos.
Al final me entero de que Nadja no se había ido cuando yo creí que se había ido y que lo había visto todo.
Judith y yo salimos de la cabina, ella se fue al baño y la chica que pedía Banquet aparece de pronto subiendo las escaleras.

El portero subnormal del Mall's le dice que se tiene que ir y ella le contesta que está esperando a sus amigas que están en el baño.
“Ya llevas mucho esperando”, le dice, “espera fuera”.
Haciendo amigos.
“Va conmigo” le digo al portero. Yo también sé hacer amigos, cabrón.
Me mira y quita la mirada jodido pero aceptando lo que hay. No le ganaría ni de coña en una pelea así que esta victoria me sienta de puta madre. Cuando él se sube a la puerta, la chica se acerca, seguro que para agradecerme lo que hice.
No.
“Sigo pensando que lo que hiciste fue blah, una falta de blah…”
Me giro para decirle al portero que la eche pero no me oye. Hijo de puta, seguro que se hace el sordo.
Salen sus amigas, “¿¡todavía con éste!?”. Pierdo fans por minuto.
Se la llevan, sale Judith y nos vamos a casa.
Ya en el coche Judith se relaja un poco, apoya su cabeza en mi hombro y conduzco.
Unos minutos más tarde Judith levanta la cabeza dando un brinquito.
“¿Oye, no vivirás con algún amigo, verdad? Porque si quieres proponerme un trío que sepas que a mi esas cosas no me gustan.”

De dónde habrá sacado esa idea?
Tranquila, Judith. Esos tríos tampoco son lo mío.

miércoles, 3 de junio de 2009

Los milagros del buen tiempo

Cosas que me ponen de buen humor:

Salir de casa antes de que sea tarde.
Encontrarme con Refunfuñitos, que cada día está más guapa y cada día más luminosa.
Que una chica negra, bajita, moderna y simpática nos invite a su único concierto en Madrid.
Que hayamos coincidido en la calle en el preciso instante en que ella salía de compras, Refunfu se iba al gimnasio y yo me iba a casa de Mr. Hazelnut.
La sincronía (o el espíritu de la oportunidad enseñándome que su baile no tiene reglas).
El Kaossilator, bailar con él por la calle.
La fiesta en la terraza de la Casa Encendida, el atardecer, un concierto.
Un DJ de los que hacen bailar y bailar, encontrarme a gente que apetece encontrarse, conocer a gente que quiere ser conocida, una botella de Chivas de 12 años, la sonrisa de Refunfuñitos cuando todo sale bien…
Los regalos que me hacen los días, las historias que se cuentan solas, las tardes que se vuelven rojas.
Las miradas que dicen tal vez.
Hank Moody.
La posibilidad de una isla.
Roberto Bolaño.
Los ojitos verdes, la voz quebrada y ronca, los dientes que sonríen por ella, su tripita que empieza a asomarse, la esperanza de un "vuelve en invierno".

Cosas que me quitan el sueño:

El dinero.
No tener dinero.
Un coche que se rompe en sueños.
Los sueños que no quieren que duerma.
El miedo a que todo esté mal, los corazones rotos, las falsas esperanzas, los sentimientos de juego de azar.
El calor en la cabeza.
La presión en la sien.
Mi cabeza rellena de líquido espeso.
El rumbo a seguir…

lunes, 1 de junio de 2009

Breaking Bad

Mis días empiezan a las 3 de la tarde, 1 del mediodía, 17 horas post meridiano.

Yo digo que es porque se han vuelto caprichosos.

Hoy estuve en La Latina comiendo, bebiendo y fumando con Jota, Irene, su novio de Albacete (que tiene un pelo muy guay) y Barbie que después de intervenir siempre levanta la mirada esperando una aprobación o un escarmiento. También hemos cenado juntos pero el casting perdió a Jay (Jota).


La aparición de mi ex, Anna, no se hizo esperar. Solo hizo falta que yo me encendiera un cigarro y que Jota se hubiera ido para que eso pareciera una tarde de parejas improbables.

El espíritu de la oportunidad se esconde a mis espaldas.

Alegría cuando ve a Barbie y desconcierto cuando luego me ve a mí a su lado. Bronquita por fumar.

Pero todo empieza mucho antes...


En el metro de camino allí iba leyendo entre paréntesis, la recopilación de artículos y discursos de Roberto Bolaño que tanto me está influyendo en esta etapa de mi vida (nada me gustaría más en este momento que ser un escritor maldito, Hank Moody al cuadrado, Bukowski en caramelo) y pensaba en cómo me introduciría al novio de Irene, a quien sabía que vería.

Planeaba en el metro cómo llegaría a la terraza, le apretaría la mano con firmeza, compensando con una sonrisa tipo mientras le decía mi nombre alto y claro, con actitud militar, mostrándome como el chico que mi madre querría que fuera, como el hombre que aún aspiro a ser y aprovecharía la mínima oportunidad para contarles a todos mi historia de la mañana.

Pero vamos por partes…


El miércoles pasado mi amiga Leila nos invitó a Leroy y a mí a ir al Buda Bar, a la despedida de Cannavaro. Mitad discoteca, mitad restaurante, todo un prostíbulo, el Buda es el Robocop del puterío. Un sitio al que había ido una vez y me balanceé todo el rato entre la sensación de ser un ratero arribista del Nueva York de los 20, abriéndome hueco entre tiburones y un chico normal al que estaban a punto de robar la cartera unas putas vestidas de primadonnas de telenovela.

No volví nunca.

Por eso y porque, además, está a tomar por culo.


Lo que ocurrió es que esa noche la despedida de Cannavaro coincidía con el triplete del Barça. Copa, Liga y Champions se jaleaba por toda Catalunya mientras en un prostíbulo de Madrid un jugador del Real celebraba que no se iba a quedar para el rapapolvo. A mi, por supuesto, no me llevó allí ningún festejo.

Lo único que me movió de mi casa era la posibilidad de que Ariadne Artiles estuviera allí la misma noche que me había respondido a un mensaje en facebook (si, merece mención aparte pero lo siento, esa es otra historia).


El caso es que Leila nos recibe, nos invita a unos mojitos, nos los llevamos al privado y antes de saber si Ariadne está allí me encuentro con una chica a la que, por su mirada, le resulto al menos tan familiar como ella a mí. Me equivoqué. A mi me resultaba familiar pero ella sabía perfectamente de que me conocía: “de La Latina, el Corazón Loco. Dejaste tu abrigo cerca de donde nos sentábamos mi hermana y yo”.

Nadja, 24 años, modelo barra actriz, 175cm.

Chica Pelo Pantene.

No bromeo.


25 minutos más tarde Nadja y yo nos estábamos besando en la barra mientras Leroy corría con el coche hacia el Fula.

Tres horas más tarde nos colábamos en las camas del privado de Michel Salgado.

Cuatro horas más tarde me la estaba chupando en el baño.


Pues el sábado, ayer según mi cuerpo, pinché en el Mall’s una de las mejores sesiones que he pinchado en mi vida y Nadja vino a verme totalmente borracha.


Nadja, Nadja…


Iba acompañada de unas amigas y se paso la noche comportándose como si le hubiera instalado yo mismo la personalidad: Le encantaba mi música, pedía permiso para besarme, se alejaba cuando necesitaba espacio y ni una sola vez se quejo cuando se me acercaron un par de chicas a pedirme el teléfono.

Si algún día olvido este sábado que me hagan el favor de borrarme el resto de la memoria…


A las siete de la mañana Nadja y yo nos fuimos a casa a zanjar todo lo que teníamos pendiente, con las manos el uno en el otro como si al dejar de tocarnos fuéramos a perder la oportunidad de follarnos para siempre.

Al llegar a casa nos desnudamos en la habitación.

Nadja habla.

Mucho.

Si tuviera que decir un solo defecto suyo diría que habla demasiado y mientras me habla saco un condón (mi último condón) y me lo pongo y me dice que le encanto y la beso con la polla en la mano y me dice que le encanto y le abro las piernas mientras la apoyo contra la pared que sirve de cabecero de la cama y me dice que le encanto…

pero que necesita ir al baño.

Ah, y que si puedo traerle agua.

El espíritu de la oportunidad se esconde de mí hasta en mi propia casa.

Así que se levanta y yo me levanto y voy a la cocina y lleno la botella de agua con la derecha mientras con la izquierda me sacudo la polla, cómo si fuera un amigo que se ha golpeado la cabeza y quiero que despierte, que no pierda la consciencia.

Recordemos, llevo puesta mi última goma.


Cuando voy a la habitación a dejar la botella oigo algo totalmente predecible que hace que sonría.

La puerta de mi baño está rota y lleva así años.

Abrirla desde fuera es jodido pero abrirla desde dentro sin saber el truco es prácticamente imposible.

Si eres una chica desnuda con prisa por salir del baño y volver a la cama te garantizo que necesitas que te rescaten. Lo he comprobado, pasa en el 100% de los casos.

Así que me río mientras me acerco a la puerta del baño con mi sonrisa preparada para cuando abra la puerta.

Me conozco el proceso: abro, sonrisa de alivio después del pequeño desconcierto, un poquito de vergüenza, beso, abrazo y vuelta a la cama de la mano. Pasa siempre.

Ésta vez no.

Al ir a abrir la puerta noto que no se abre. Está como cerrada con pestillo.


“Nadja, ¿Has echado el pestillo?”

“no, está recto” dice entre risas.

Yo qué coño sé como está el pestillo cuando está echado...?

No sé si está recto o tumbado o no está, pero me lo creo y vuelvo a intentarlo.

No funciona.

Después de intentarlo un poco más Nadja se pone un poquitín nerviosa y le digo que espere un segundo para ir a por las herramientas.

No le gusta la idea y me dice “No, no te vayas! No me dejes sola.”

Y le contesto: “Renzo no está. Se ha tenido que ir”

Es uno de mis defectos. A veces me creo gracioso.


Silencio.


“A dónde!?”

No se me ocurre nada y después de una pausa digo casi con tono de pregunta:

“a Avenida de América. Tenía algo que hacer”


De por sí no tiene gracia, no me molesto ni en impostar la voz y además visto con distancia a lo mejor era una broma estúpida dada la situación. Nadja estaba encerrada en el baño de un tipo al que casi no conoce, después de haber estado en una boda bebiendo, en La Latina bebiendo y en el Mall’s bebiendo también.

Y mientras pienso en todo esto de detrás de la puerta me llega su voz:


“Chicos, abridme!”



Chicos.

Abridme.


....


Desde éste momento Nadja me trata en plural.

Le juro a Nadja que estoy solo y, sobre todo, que soy yo.

No vale. Le tengo que jurar que soy yo después de que me pregunte por tercera vez que a dónde se ha ido Renzo. Sus nervios se me empiezan a contagiar un poco y empiezo a oír ruidos de ostias en el baño.

Respira, Nadja...


Me voy a la cocina no sin decirle que vuelvo en seguida y empiezo a buscar un destornillador en la caja de herramientas. No hay. Miro el taladro de brocas. Tal vez sea demasiado así que voy al estudio a coger el taladro de pilas. Los golpes en el baño me empiezan a preocupar. O me lo rompe todo o se está llevando a la inconsciencia a cabezazos.


“Ya estoy, ya estoy, ya estoy!” digo con el taladro en una mano y la polla todavía en la otra porque no sabía cuanto podía durar esto. Podía ser mucho pero si era poco no quería enfrentarme a ese segundo problema. Al fin y al cabo era mi última goma.


Desmonto el picaporte con Nadja al borde de un ataque de ansiedad al otro lado de la puerta, mientras hago lo posible por calmarla como en Urgencias: Repito su nombre, le pido que se siente y que respire hondo y le prometo que la voy a sacar en nada pero me vuelve a entrar la duda:

“Estás segura de que no has echado el pestillo?”

Entre algo que podrían ser sollozos o una mención a mi madre, Nadja me vuelve a repetir que ella no ha echado el pestillo y que la saquemos de ahí de un puta vez.

“Nadja, soy Renzo. Estoy solo!”


No nos cree.


El taladro vale para desmontar el picaporte pero el agujero al pestillo, que yo no dejo de pensar que está echado, está tapado por una madera fina. De nuevo prometo volver, de nuevo vuelvo a la cocina, de nuevo a la caja de herramientas y ahora saco unos alicates.

Mi noche perfecta se ha convertido en un episodio de McGyver.


Cuando vuelvo a la puerta con los alicates los uso para intentar girar el pestillo, girar la barra a la que se agarra el picaporte, le pido ayuda desde el otro lado y al cabo de 15 minutos sin obtener resultados miento y le prometo que ya lo tengo.

Me hace falta estar de rodillas, con el destornillador eléctrico en la mano, mirando por el agujero de la puerta con la polla blanda llegándome al suelo y el condón arrastrándose como si fuera un gusano que se ha cansado del espectáculo para darme cuenta de que estoy jodido.

Solo hay una opción.

“Nadja?”

“Sácadme de aquí, YA!”

“Nadja, voy a entrar. Hazme un favor, siéntate lejos de la puerta. siéntate en el vater”

Y esto la relaja muchísimo porque ya se ve un poco más cerca de salir.

Me echo para atrás con la sensación de que estoy haciendo una estupidez que no sé como va a acabar y me empiezo a impulsar contra la puerta como un defensa de los Patriots.

Uno, dos, tres, cuatro. PAM! Cinco empujones y mi puerta se troncha como una caja de cartón.

Nadja está sentada en el váter, con una toalla rodeándole el cuerpo y una expresión de haber pasado la peor borrachera de su vida. Eso no es lo peor.

Se levanta, sonríe cómo una demente ye se tira a mis brazos.

“eres tú...!”


...


Yo tengo todavía el taladro de pilas en la mano, el hombro rojo y el rabo colgando con los restos de lubricante del condón que está tirado en el suelo.

No, no parezco Patrick Bateman, soy el Vengador Tóxico.

Cuando me fijo en los desperfectos lo veo todo claro. El marco está desencajado, hay un rastro de astillas y una pieza de metal en el suelo, la puerta tronchada y saliendo de ella con una dureza y una longitud que en ese momento me ponían en ridículo, el pestillo salía intacto, majestuoso y un poco burlón.

Se lo señalé pero ella me lo siguió negando.

Nos fuimos al salón a fumar y de camino a la cama me entró un ataque de risa que yo achaco a las cosquillas que me hace el sentido del ridículo al abandonar mi cuerpo.


Ya en la cama empiezan las bromas y los falsos reproches. “No me importa la puerta”, le digo, “pero acabo de vivir una de las experiencias más bizarras de mi vida.”

Ella responde como si hubiera sabido el porqué desde el principio.

“El amor es así”

Follamos y me eché a dormir.



La historia da resultado, le he caído bien a Peloguay.

Afortunadamente acabo la historia antes de que Anna haga su aparición y no tengo que interrumpirla.

Jota sale, entra Anna con una amiga.

Yo la veo antes, ella ve a Barbie. Se acerca sonriendo pero le dura solo hasta que me ve a mí y escupe un “no me lo puedo creer” más alto de lo que le gustaría.

Respuesta emocional.

Si fuera una chica a la que me quiero follar diría que la tengo donde quiero. Pero no me la quiero follar, quiero vivir con ella y como lo sabe acelera los saludos, aprovecha que pasa por detrás de mí para darme una ostia en la cabeza y me dice que fumar me queda mal. Yo sé que no es así.

Se va pero antes de que no pueda oírme le grito que vuelva conmigo. No contesta. Pues otra vez no.

El día que me contesté que sí me habré metido en un lío...



Cenamos en la Burbuja Que Ríe. Todo bien pero me doy cuenta de que se me hace tarde, tendré que pillar el metro porque no habrá autobús y el taxi es implanteable porque no tengo un pavo y he cenado fuera. Pierdo fuelle y cuando salimos y me voy caminando con Barbie hasta el metro estoy absolutamente desinflado.


Me meto en el metro a la una de la mañana y está lleno. Por el andén de enfrente aparece un vestido rojo que he visto antes esta tarde. Envuelve un cuerpecito bronceado que se mueve como si estuviera buscando flores por el campo. Saludo a Anna con la mano y me responde con la misma cara y el “no me lo puedo creer” de antes, ésta vez ahogado.

Se sienta en un banco enfrente mío y hace un gesto chaplinesco de secarse las lagrimas con el dorso de la mano. Yo reacciono como si no lo hubiera visto pero sé que mi cuerpo inicia el proceso de una enfermedad letal incurable.

Estamos cerquísima pero no nos podemos oír, no nos podemos tocar y nuestros trenes van en direcciones opuestas.


Al llegar el mío me levanto sin perderla de vista y me pongo donde intuyo que estará la puerta.

No me equivoco y entre ella y yo solo están los cristales de éstas y nos miramos.

“Mándame un mensaje cuando llegues” le digo con las manos.

Me dice que no pero sé que lo hará.

Me siento al lado de un hombre borracho que se derrama en su asiento mientras su mujer le regaña conscientemente por molestar a los demás.

Yo solo quiero llegar a casa y dormir…

En la tele, mientras pierdo el sentido con una cerveza en la mano, se escucha la retrasmisión de unas procesiones:


“...Como si flotara, elevada por una marea de fieles, la virgen abandona su ermita...”