martes, 21 de julio de 2009

Querido Bolaño

No caes bien, Roberto.

No caes bien.

Yo sé que estoy diciendo una perogrullada pero cuando hoy he ido a dos (supuestas) librerías a preguntar por dos de tus libros y los dueños, directamente y sin conocerte de nada, han fruncido el ceño y me han puesto una cara de oler leche rancia me he dado cuenta de lo que debiste provocar en vida. Por un momento me he sentido como tú yendo a una de esas librerías en las que robabas y el dueño, sin reconocerte, siente que le hiciste un mal, aunque fuera en otra era.

A mi tampoco me caes del todo bien. Te leo y me río, otras veces me inspiras pero otras en cambio me cargo de palabras y sentimientos pesados: lucha, barrizal, valor, Esparta… Como si no hubieras tenido bastante con toda tu nicotina y una enfermedad terminal. Leyéndote da la impresión de que necesitas fumarte los cigarros por pares para hacer más evidente tu suicidio y acelerar tu autodestrucción, tan evidente es tu cinismo.

Pero eso ya pasó.


Ahora estás lejos (o más cerca) y te tengo que hablar porque estoy cerca del abismo, uno de esos abismos que te gusta tanto nombrar, tengo el miedo en el cuerpo y el tembleque en los dedos, en la punta de la nariz, en la tos.

¿Me estoy enamorando, Roberto?


Dicho así no es nada, pero para mi es jodido, negro. Muy jodido.

En primer lugar porque sería romper otra de las promesas que me hago y me hago muchas y rompo más, en segundo lugar porque para enamorarme de alguien tengo que hacerle hueco donde hasta hace unos días había una silla vacía y todavía caliente esperando a su dueña. En tercero porque no me quiero quemar, Roberto.

No tengo el coño para ruidos.


Pero este fin de semana, que no ha sido más largo ni mas corto que los demás, si ha sido más salvaje y más sangriento que el resto. Me he tirado a una piscina de olas sin saber nadar pero seguro de que volaría.

Me he precipitado al cielo y he caído levitando y, peor aún, se ha abierto una rendija en una puerta que da a un zulo, donde hay un trampilla que si la abres da a una escalera, de mano, de las que si das un traspié te partes la espalda, que da a una cueva con una linterna sin pilas en la que, si hubiera luz, se vería un agujerito en un falso muro donde está Rencito el blando, el que mira de soslayo, como quien mira un caramelo que quiere robar y llevarse a la boca. Rencito el que esconde la mirada y busca la otra cuando sabe que no se la van a devolver.

Rencito el que escribe y se arrepiente.

Rencito el que abraza y se lanza al vacío con ella, a peso muerto. El que dice te quiero. El que muerde la piel pero no deja marcas, solo absorbe el sabor para tenerlo en la boca.

Rencito el que nunca debió volver.


Pero aquí lo tengo, abrazado a una almohada mientras escribo, cantándome canciones, rebuscando entre sus libros alguno que le ayude a sentirse mejor, buscando una frase que escribir en el móvil y mandarla a ver si esta vez le contestan.

Agarrándose a la nada.


Yo estaba seguro de que no le había dejado subirse al coche. Le vi quedarse en la acera mirando como ella se alejaba, con los brazos todavía agarrándola y su boca acercándose al cuello mientras ella se subía al suyo y quemaba ruedas rumbo a Madrid.

Se debió meter en el maletero cuando nos subimos nosotros al coche. Si hubiera prestado atención le hubiera escuchado gimotear al muy idiota, más preocupado por las cosquillas de su estómago que por el sol de justicia que nos mataba de camino a casa.


Ahora tengo que aguantar a este tío pegado a mi espalda como un mono de caballo hasta que decida irse o encuentre el amor y entonces si que me habré metido en un lío. Pero me haré a su estancia entre libros y películas, sacando la cabeza por la ventana, tomando aire cuando me ahogue y apretándole el cuello con las manos cuando su discurso se alargue más de la cuenta.

Si se te ocurre alguna otra idea será bien recibida y hablaré bien de ti a los libreros de mi barrio y no volveré a decir (en alto) que me caes mal.

Como si te fuera a importar.

Gracias por tu tiempo. El estilo te lo robo pero no te lo agradezco.

Atentamente,

R


Me voy de viaje.

Adiós! (pronunciado Arious!)

martes, 7 de julio de 2009

Peor Que Nunca

Quedé con Anna a las 8 menos cuarto de la tarde para ir al cine.

Llegué de Ajalvir (que es como decir del extranjero) a San Bernardo a las siete y media y aparqué una furgoneta de 4 metros a menos diez.
En ese momento el mundo era maravilloso.
Me equivocaba...

Nunca en la vida me había despedido de ti así.
Nunca me imaginé que lo haría.
Ojala no hubiera pasado nunca.

Por momentos creí que era tensión sexual y ojala hubiera sido eso pero...

Ha sido frustración, fracaso, desaliento y náusea.

Ha sido confusión y rabia, miedo y asco. Autodescomposición.

Ha sido daño.

Ha sido egoísmo y furia, desconfianza ciega. Olor a caca. Nada de futi.

Ha sido un choque mortal, un accidente. Traumatismo craneoencefálico. Coma.

Ha sido verte caer por las escaleras. Desmayarme, querer salvarte y no llegar, nadar y morirme ahogado.

Ha sido cielo por momentos para perder el paracaídas.

Ha sido todo lo que no recuerdo como nuestro, ha sido todo lo que no quisimos ser...

Han sido otros.

El tú y el yo de una dimensión espejo.

El tú y el yo peleándose por restos de una rata muerta, un mendrugo de pan, duro las cenizas de un cigarro ajeno, por la esquina de una calle.

Tú y yo peleándonos...

Sintonizar tu tele y romper la antena. Violar al gato.

Espero el mañana cómo si hubiera muerto alguien: con ganas de que pase hoy y sabiendo que despertarme me va a doler de nuevo.

Solo que no he visto al muerto. No ha aparecido. Me dicen que se fue pero no me lo creo y así seguiré, pensando en que un día entrará por la puerta y le abofetearé por morir de mentira, por dejarme en la calle, por robarme su vida.

Yo también odio los dramas. Ninguno de los dos es una histérica, ninguno de los dos fue buscando esto.

Ninguno de los 2 estuvo allí.